En fidelidad a los orígenes… en un proceso continuo de renovación
Aquí encontrará un vídeo que explica el ministerio que lleva a cabo nuestra Orden.
A partir de la reforma colectiva que supuso para la Iglesia el Concilio Vaticano II, la Orden Trinitaria inició un fuerte proceso de renovación, de búsqueda de la propia identidad, de recuperación del carisma del fundador y de respuesta a los signos y a los retos del último cuarto del siglo XX. Las nuevas Constituciones, aprobadas por el capítulo general de 1983 y confirmadas por Roma en 1984, recogen y traducen el carisma fundacional, plasmado en la Regla, a la nueva situación histórica y a sus retos, definiendo así los elementos esenciales de la identidad trinitaria:
La unidad originaria, carismática, de mística trinitaria y servicio de redención y misericordia. La Santísima Trinidad como fuente inagotable de la caridad que se traduce en el servicio de la redención y misericordia: «Gloria a la Trinidad y a los cautivos libertad».
La vivencia de la Trinidad sintiendo la vocación trinitaria como llamada a ser signos del misterio del Dios cristiano dando testimonio personal y colectivo de que el Dios de Jesús es amor, libertad, comunión, Trinidad, el Dios de los hermanos en cautividad.
El servicio de liberación realizado en formas diversas: estando atentos a las nuevas cautividades desde donde se oyen los gemidos que llegaron al corazón del fundador. Asistiendo a los hermanos cuya fe podría vacilar o apagarse, prestando un servicio de liberación integral al hermano cautivo y desarrollando un trabajo de evangelización tanto en países de misión como de tradición cristiana.
La vida especialmente consagrada a la Santísima Trinidad constituye, desde su origen, un elemento esencial y característico del patrimonio de la Orden Trinitaria. De esta conciencia trinitaria fluye toda su vida espiritual y litúrgica, religiosa, comunitaria y apostólica, y su permanente renovación. El espíritu de la Orden, su proyecto y modo de vida proceden de la raíz de la caridad.
■ La Orden Trinitaria, teniendo en cuenta la evolución y el progreso de la sociedad, ofrece su servicio de misericordia y redención:
■ A las personas que padecen persecución por Cristo o cuya fe cristiana se halla en peligro o está impedida;
■ A los que están despojados de los derechos de libertad y justicia; a los pobres y abandonados, ayudándolos con obras de misericordia e iniciativas de asistencia y promoción;
■A los pueblos que todavía no creen en Cristo, asumiendo la tarea de propagar el Evangelio y de implantar entre ellos la Iglesia;
■A los fieles, para ayudarlos y fortalecerlos en la fe con el servicio ministerial en las diversas tareas que la Iglesia le confía.
Procuren los hermanos vivir en la vida comunitaria la perfecta comunión que existe entre las divinas personas, expresando la unidad en la pluralidad y la pluralidad en la unidad. La comunidad trinitaria nace y crece por la íntima comunión con Dios, que se expresa sobre todo en la frecuente escucha y reflexión de la Palabra de Dios, y en la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía y de la Penitencia. Esta comunidad se fortalece y florece con el trato sincero y fraterno entre los hermanos que se manifiesta en el diálogo interpersonal y comunitario, en la aceptación recíproca, en la participación de los bienes espirituales y temporales y en el mutuo servicio de la caridad ofrecido de corazón (Const. 32 y 34).
Los dogmas principales de nuestra fe, Trinidad y Redención, son el fundamento doctrinal de la espiritualidad de la Orden Trinitaria. Esta espiritualidad se traduce en la vida y en la acción cuando los hermanos, movidos por el Espítitu Santo, tratan de conformarse a Cristo:
■ Consagrándose a la Santísima Trinidad por la práctica de los consejos evangélicos, liturgia, ascesis y oración;
■ Trabajando activamente por el bien material y espiritual de los oprimidos, abandonados, necesitados y de los que sufren detrimento en su fe.
■ El misterio de la Trinidad es considerado por los hermanos como Dios-Caridad y como fuente primera, modelo perfectísimo y fin último de la caridad redentora para con el prójimo. (Const. 36)
Nuestros hermanos honren con especial devoción y con todas sus fuerzas a la Santísima Trinidad, y en su propia vida procuren hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo Encarnado, renovándose y purificándose continuamente bajo la guía del Espíritu Santo. Procuren con celo promover asiduamente con la palabra y las obras el culto y la devoción a la Santísimia Trinidad, empleando medios y recursos acomodados a los tiempos actuales, para ayudar a los hombres a conocer y amar a Dios Uno y Trino. (Const. 50 y 73)
Nuestros antepasados se conformaron a Cristo Redentor en el ejercicio de las obras de misericordia y practicaron virtudes heroicas en la redención de los cautivos y en la asistencia a los enfermos, arriesgando incluso la propia vida. Nuestros hermanos procuren con todo empeño revestirse de las entrañas de misericordia de Cristo Redentor, mediten con asiduidad el misterio de su pasión, y rindiendo culto a Cristo atado y paciente, celebren solemnemente el día de su fiesta bajo el título de Jesús Nazareno. (Const. 51)
Los hermanos, para crecer cada día más en santidad y dar frutos más abundantes de apostolado, honren a la Virgen María con afecto filial y con verdadera devoción, fomenten su culto, venerándola, según una antiquísima tradición de la Orden, bajo el título de bienaventurada Virgen María del Remedio, patrona principal de nuestra Orden, rezando el rosario mariano y celebrando la misa votiva y la liturgia de las horas el sábado, según las rúbricas. (Const. 52)
La Santa Trinidad es el principio impulsor y la razón última de nuestro apostolado, que consiste en entregarse al servicio de la Iglesia universal y particular en las obras de caridad y del sagrado ministerio, según el carisma propio de la Orden. Los hermanos, por medio de la caridad redentora, que anima e informa todo el apostolado de la Orden, participan y atestiguan el amor de la Trinidad en la obra de la salvación humana. Los hermanos adhiriéndose al proyecto del Fundador y poniendo la atención en las necesidades de la Iglesia, están obligados a desempeñar su acción redentora y misericordiosa en la ayuda de aquellas personas cuya fe está en peligro. Prestarán esta misma ayuda a los que están agobiados por el peso de la actual esclavitud.
Están obligados a promover, con una actividad asidua y diligente, estas obras de caridad y redención también con la colaboración de los miembros de la familia de la Trinidad, los bienhechores y otras personas de buena voluntad. Además, reservando lo suficiente para su escasa subsistencia, en el espíritu de compartir los bienes según la Regla y la tradición de la Orden, deben destinar sus bienes a obras de misericordia y redención, especialmente para los que sufren por la fe. (Const. 67-68)
Nuestra Orden ejerce la obra de la evangelización también directamente en las tierras mismas de misión, lo que responde a nuestro espíritu, patrimonio y tradición.
En las misiones la Orden promueve la redención de los hombres, practica las obras propias de caridad y apostolado, y erige, mediante el bautismo, nuevos templos y santuarios de la Trinidad. (Const. 71)
Nuestra Orden está disponible para las múltiples obras de apostolado y para las diversas iniciativas de la función pastoral de la Iglesia. Por ello nuestros religiosos trabajen en las Iglesias locales con plena conciencia y compromiso, y tomen parte en el ministerio pastoral, según las exigencias de los lugares y del Pueblo de Dios; de tal manera que puedan representar y expresar también en la familia diocesana el testimonio específico y la genuina misión de la Orden. (Const. 72)
Un ministerio de redención para los cristianos perseguidos